miércoles, 13 de agosto de 2014

MI VIDA EN EL ARTE (Konstantin Stanislavski)



Me gusta el teatro.
Junto con la escritura es el arte que más admiro, con la ventaja que, para mi, el teatro resulta más fácil de practicar que la elaboración de un relato.
Por eso aproveché una salida ocasional para dejarme caer por la libreria de Leo y apostar por dos textos de teatro a los que ya les había echado el ojo. La puerta abierta de Peter Brook y este Mi vida en el arte.
Poco se puede añadir a la vida y milagros de Stanislavski, famoso a la sazón por el método que inventó y que tiene su mismo nombre. Para el que quiera saber más
Este libro explica algunas cosas. Explica que Stanislavski es un apodo, lo que ya sorprende pues no lo sabía. Explica que nace en el seno de una pudiente familia moscovita de finales del XIX en tránsito hacia el XX. Narra como desde bien jóven ya creo en el seno de su propia familia un grupo de teatro aficionado formado por sus hermanos, primos y conocidos y como desde ahí fue creciendo en las distintas sociedades de arte y teatro de Moscú, hasta llegar al teatro del arte. Cuenta sus interacciones con Tolstoi, Chejov y otros grandes contemporáneos de su época.
En definitiva es un texto de memorias artísticas de muy fácil lectura, sobre todo por la pasión que denota en cada una de sus líneas. Y eso precisamente es lo más destacable de todo lo que se cuenta: la pasión, o mejor, la casi obsesión por la perfección artística. A cada obra representada, aparece la critica feroz sobre si mismo, la introspección en busca de la mejora; sobre todo se autoimola por la falta de realismo en sus personajes, y esa es su gran obsesión -y el germen del nacimiento del método. Conseguir a toda costa que el actor sea real, que sus acciones, sus palabras, sus sentimientos en escena sea tan reales como si los viviera en primera persona pero con el control actoral suficiente para no peder los papeles.
Fruto de todo ese esfuerzo que se plasma en este libro de memorias, aparece, años más tarde, la elaboración del método.
También la lectura invita a imaginar la eclosión artistica de la Rusia de principios del siglo XX con riquísimos mecenas dispuestos a gastarse fortunas para el desarrollo del teatro, escenarios en los que colaboraban, codo a cado, los mejores pintures, dramaturgos como Chejov y actores como Stanislavski, dispuestos incluso a dilapidar toda su fortuna persiguiendo lo que el llama el arte verdadero.
La ligazón de esos locos rusos con los franceses de la Boheme post impresionista resulta evidente.
Un libro mágico.
 
Leido en los primeros meses de 2014.
 
 
 
 
 


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