Leo que a esta pieza se la califica de obra menor de Auster. Una especie de comedia ligera; una suerte de broma con la que el autor se desempalaga de las tramas más profundas y reflexivas de otras narraciones.
Estoy de acuerdo en lo básico. Después de haber leido otras obras del autor, es indudable que a esta le falta algo, una pizca de profundidad, de carácter, para pasar de la simple trama melifua a algo más intenso.
Se cuenta la historia de Nathan, un agente de seguros jubilado al que se le diagnostica una enferdad terminal y decide largarse a Brooklyn a pasar sus últimos días. Allí las circunstancias le obligan a vivir una aventura ligera de planteamiento simple y de resultado previsible y amable.
Bien, que digan lo que quieran, pero dos líneas de Auster valen más que los enormes mamotretos de Best-Sellers que van circulando por ahí. De lo particular y anecdotico a lo universal, una suerte de virtud que el autor no puede evitar (no tan siquiera cuando escribe a vuela pluma o sin un destino claro). De Brooklyn al universo de las almas humanas.
Leido durante el trayecto de ida y vuelta a Venecia en 2012 y adquirido en la estación de Trenes de Valencia en edición de Bolsillo mientras, entre el ruido de petardos y el rumor de las bandas falleras, aguardábamos al tren.